J.M.M. es homosexual, tiene 19 años y acaba de aprobar la PAU. Hace diez años entró a estudiar en el centro Nuestra Señora de Montserrat de Cerdanyola del Vallès,el cual dice que es “un infierno” y al que puso fin después de que un compañero colgara en Internet una foto suya junto a mensajes homófobos y amenazas de muerte.
La madre avisó al centro del problema y los profesores recomendaron llevar a su hijo al psicólogo como primera medida. Los insultos no cesaron y la situación se empeoró en 2007 cuando, durante una excursión a un parque natural, varios compañeros intentaron tirar al joven de un vehículo en marcha.
Entonces el centro habló con las familias de los que le acosaban, pero en una condena un juez de primera instancia de la localidad consideró aprobada la inacción del colegio.
La directora del centro minimizó los hechos, pero el juzgado condenó al colegio a indemnizar al alumno con 50.770€ por los repetidos episodios de acoso y discriminación sufridos entre 2004 y 2009, cuando J.M.M. abandonó el centro tras un último ataque homófobo y tuvo que someterse a tratamiento psicológico y psiquiátrico.
“Si desde el principio hubiera habido un seguimiento de la interrelación entre la víctima y el resto de alumnos por parte del centro escolar, con total seguridad se hubiera evitado el problema que afectó al menor”, dijo el juez.
Por esto, hay que intentar solucionar el problema desde el principio e informar de que está ahí para que se tomen medidas.
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